“El alcohol me da poderes mentales. Por algún proceso que desconozco, cuando bebo empiezo a adivinar lo que la gente piensa y, conforme bebo más, noto cómo me adentro en la mente de quienes me rodean y cómo – aunque no lo parezca o la persona lo disimule – soy capaz de conocer sus deseos, sus miedos y sus opiniones sobre los demás, especialmente sobre mi. El alcohol me permite saber lo que en el diálogo sobrio no aparece y lo que me llevaría mucho tiempo explicar si no fuera por mi capacidad telepática. Cierto es que en muchas ocasiones mis adivinaciones parecen erróneas, pero todo es por culpa de los demás, de la envidia que sé que me tienen porque cuando bebo me convierto en alguien superior. Desde pequeño me ha dado miedo la incertidumbre y el no saber qué piensa la gente de mí. Descubrí que bebiendo alcohol el miedo amaina, la incertidumbre desaparece y la sensación de saber, de certeza y de seguridad crece conforme tomo más alcohol. Dirán que es malo y que te vuelve loco, que la gente que vaga por las calles hablando a voz en grito está loca, beoda o ambas dos pero a mí me da poder, me hace más sabio y me evita el trance amargo de comunicarme y de exponerme a lo que los demás opinan. Cómo me gustaría que los demás se vieran como yo les veo, llenos de contradicciones, de cosas no dichas, de opiniones y deseos que no ven la luz y que, antes bien, se transforman en sus contrarios cuando se ponen en palabras. El alcohol me da lucidez para, incluso, entender que los demás no estén de acuerdo conmigo cuando les revelo sus más ocultos pensamientos, diciéndome que todo ello es una invención mía y que ya podía dejar de beber pues acabaré viviendo en un mundo irreal. Entiendo que se protejan de mi poder mental y que no hayan tenido la suerte de que el alcohol les mejore. No lo cambio por la inseguridad de la comunicación, del “pregunta o expón, no juzgues ni presupongas”. Quizá lo único malo de este poder mental es que noto que la gente se aparta de mí para que no les descubra y que yo también poco a poco empiezo a aburrirme de la relación con ellos pues, ¿dónde está el aliciente del descubrimiento si ya lo sabes todo sin que nadie te lo pueda impedir?”.